La «nueva normalidad»: Un concepto indeterminado

Estos cuatro últimos meses han sido nuevos para todos. Nueva situación sanitaria. Nuevos miedos. Nueva situación económica. Nueva normalidad…
Precisamente más que la «nueva normalidad», la forma de entenderla, me anima a escribir estas líneas. Podemos cuestionar las decisiones de nuestros políticos, opinar, disentir… Sin embargo, lo que es evidente es que las cosas han cambiado. Que la COVID-19 impone unos nuevos usos sociales. Estamos en un momento complicado. ¿Habrá rebrote?¿Resistirá nuestra economía?¿Cual será la posición de la Unión Europea en torno a lo financiero?¿Nos vamos de vacaciones?¿Cogemos el avión? Estas y otras preguntas todos nos las hemos formulado.
¿Cómo ha afectado esto a la notaría? Antes del estado de alarma, cuando empezaron a cambiar las cosas, ya di instrucciones para la adquisición de geles hidroalcohólicos. También dispuse cómo acceder a las salas de firmas y reglas sobre aforo. Conforme han ido pasando los meses esas reglas las he ido adaptando, con la ayuda de mi equipo a lo que se nos ha ido indicando tanto por las autoridades sanitarias como por el servicio de prevención de riesgos. Sin embargo, por encima de ambas indicaciones ha estado el sentido común.
Desde el primer momento, en la fase más dura del estado de alarma, en la notaría usamos mascarillas. Todas las semanas proveo a los miembros de mi equipo de los correspondientes EPI. En el punto de acceso, en un momento inicial, existía un gel higiénico. Pusimos unas mesas en la puerta a fin de forzar la distancia social. Los dispensadores de gel se han ido multiplicando conforme pasan los meses. En cada sala hay un dispensador e incluso varios, a fin de facilitar su uso sin que haya movimientos. Lo primero que hago al entrar en la sala es ponerme gel delante de las personas. En esta época hay que transmitir tranquilidad y confianza. Pese a haber encargado unas mamparas de protección hace más de un mes y medio, he tenido que cambiar de proveedor y esta semana nos las instalarán.
Hemos adoptado otras medidas «pasivas» de protección. Limitar el aforo de los espacios, impedir el acceso a la notaría de más gente de la imprescindible. Limitar el acceso a las salas de firmas a aquellas personas que tienen una estricta vinculación con el asunto (partes y sus asesores).
En cuanto al uso de las salas de firmas, en mi caso, dispongo de mucho espacio. Si antes la privacidad imponía la racionalización del uso del espacio, ahora son las medidas sanitarias las que hacen imprescindible distribuir a las personas por los seis espacios de firmas de que disponemos, además de la sala de espera.
Con el fin anterior, potenciamos el uso del patio-jardín, siempre que es posible para despachar allí algún asunto y primamos el uso de las salas más grandes.
A todo ello hay que sumar que desinfectamos todas las salas de firmas entre unos clientes y otros y limpiamos todos los bolígrafos, se usen o no, entre cada firma.
Como hemos venido haciendo desde el primer momento existen otras medidas organizativas que deben redundar en beneficio de todos: Se atiende con cita previa; procuramos cumplir escrupulosamente la agenda; se mandan borradores y se atienden preliminarmente todas las cuestiones, a fin de que el paso simultáneo de todas las partes se limite a lo imprescindible.
Un problema que nos está costando mucho resolver es el de la climatización. La humedad en Alicante hace que sea bastante desagradable un día de calor. En estos tiempos hemos adoptado vestimenta fresca, así por ejemplo, correcto o incorrecto, he dejado de utilizar americana y corbata, como la mayoría de quienes nos visita -en el extremo opuesto está el que aparece de vez en cuando en bañador y con camiseta de tirantes por la notaría, cosa que sucede-. Sin embargo, alguno de nuestros usuarios viste traje. En un momento inicial, por seguridad, no poníamos el aire acondicionado. Llego un punto en que la situación era insostenible. Más tarde compatibilizamos el aire con la apertura de ventanas, simultánea, la cual, aunque ineficiente energéticamente, parecía recomendable; sin embargo, la condensación que se genera acababa produciendo gotas de agua en las salidas que, a veces, dificultaban el trabajo con el papel. Actualmente accionamos el aire y alternamente ventilamos el local.
Esa es nuestra «nueva normalidad». Seguro que no es definitiva, pero es lo que basándonos en nuestro sentido común y la información de que disponemos es la que hemos implementado.
Siempre me ha gustado el imperativo categórico kantiano «obra según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne en ley universal» o lo que machaconamente repetía mi madre de pequeño «lo que no quieras para ti no lo quieras para los demás». Así las cosas sorprende:
- Que los usuarios no acudan con puntualidad a la cita.
- Que haya que recordarles que se pongan la mascarilla.
- Que no se lean el borrador antes de venir y vengan a firmar en barbecho como si la socorrida leyenda de «el notario firma y no te enteras de nada» justificase todo.
- Que se aproveche la cita de la firma para negociar y renegociar o ultimar tratos incluso cuando los interesados son profesionales.
- Que no aporten la documentación en el momento que se les pida y la traigan a cuentagotas, incluso el día de la propia firma.
- Que se apoyen en el mostrador como si tratasen de escalar una muralla para tomar un castillo en busca de vete a saber qué.
- Que se molesten cuando se les indique que guarden distancia social sin horadar la privacidad.
- Que se molesten cuando se les recuerde que se pongan la mascarilla. No nos es agradable indicar el cumplimiento de normas higiénico-sanitarias y de conducta que, además, son de obligado cumplimiento.
- Que se molesten cuando se les indique que no pueden ser acompañador por un numero ilimitado de personas.
- Que te pregunten si se pueden quitar la mascarilla. Pues evidentemente, la respuesta es no. Pero parece como «si tú incumples yo incumplo». Al virus no se le vence con colegueo.
- Que corran a ponerse la mascarilla solo cuando el notario entra en la sala de firmas como si dijesen «¡Ay! Me han pillado».
Son solo unos ejemplos, pero tan reales como que el virus sigue contagiando, no hay vacuna, mata, no hay vacuna y afecta a nuestra economía.
«Si tú te cuidas nos cuidas a todos»
¡Hola Antonio!
Me ha gustado mucho tu artículo y me parece muy acertado en los tiempos que corren.
Nos vemos pronto. Un abrazo (de «nueva normalidad»)
BUEN DIA, MI NOMBRE ES ALFREDO LANDA SOY ASESOR HIPOTECARIO, ME PARECEN MUY ACERTADOS SUS COMENTARIOS SOBRE TODO EN EL TEMA DE LOS BOLIGRAFOS Y EL USO DEL AIRE ACONDICIONADO EN LAS FIRMAS ACA EN MEXICO NO SE HA CONSIENTIZADO SOBRE ESTOS FOCOS DE CONTAGIO, ME HA SERVIDO SU COMENTARIO, GRACIAS.
Enhorabuena por tu artículo, Antonio. Creo que muchos colegas tuyos -yo, desde luego- lo compartimos, con las pequeñas variantes propias de las circunstancias de cada uno. De la última parte, en la que explicas algunas situaciones que tantos compañeros sufrimos también a diario, me atrevo a deducir una idea: la pandemia está poniendo de manifiesto el aumento de la mala educación. Por supuesto, sigue habiendo personas educadas que se comportan correcta e incluso ejemplarmente, pero he percibido un incremento considerable de la degradación de las formas, desde el simple malhumor hasta la falta de respeto, la grosería e incluso el insulto. Empiezo a añorar aquellos tiempos en los que el problema se limitaba al bañador y la camiseta de tirantes…
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