La semana pasada perdí el D.N.I.. Esta tarde me he acercado a las dependencias de la policía para obtener un duplicado. He probado suerte, sin cita y, ¡perfecto!, en unos minutos me tocaba. He obtenido las correspondientes fotografías. -Al poco, ha aparecido mi número en la pantalla. «Las cosas no van tan mal en España» -he pensado-.   Mesa 6 -me ha correspondido-. Paso, me siento. Todos amabilisimos. Entrego las fotografías al funcionario…

   – ¿Causa de la solicitud? -me dice.

– Pérdida- Contesto yo.

– En tal caso le haré un duplicado. No se puede cambiar ningún dato. Tampoco la fotografías- Añade amablemente el funcionario.

   – Mire, a mi me parece muy bien lo que me dice, pero el documento de identidad que usted pretende expedirme carece de eficacia identificadora. Si usted ve la fotografía de hace nueve años- ese era el tiempo que había transcurrido desde la última renovación- verá que no me parezco en nada; he perdido mucho peso y ha pasado tiempo- Añado, yo.

   – Tiene usted razón… llevo poco tiempo y no controlo mucho- me dice justificándose, y añade -el programa informático, además, no me da la opción, con lo que, no obstante, no puedo cambiar nada-.

   -Yo lo comprendo- le digo -pero lo que usted me transmite, será así, pero no tiene el más mínimo sentido-.

   Finalmente, obtengo un duplicado, con la fotografía de hace nueve años, un compañero indica a mi interlocutor que hay un modo de engañar al sistema y en unos días iré a obtener un D.N.I. real, esto es, el que refleja la identidad de la persona. En el proceso he explicado al funcionario mi condición de Notario; los problemas que generaba un D.N.I. en el que no se puede comprobar la concordancia física del portador con la fotografía del documento. Además, le pregunto si procedería de igual modo en el caso de que la persona que le solicitase el documento fuese un transexual… el funcionario estaba atónito y muy interesado en todas las dudas que le suscitaba. La visita, acaba cordialmente y me dice que le ha resultado sumamente interesante todo lo que le he planteado.

   El Documento Nacional de Identidad -ahora electrónico- se regula en un Real Decreto del año 2005, modificado posteriormente en el año 2009-, y se interpreta en el marco de la legislación de firma electrónica del año 2003. Pues el soporte del mismo incorpora un chip en el que se contiene un certificado digital. La tarjeta nos sirve para agilizar numerosos trámites electrónicos, on line, tan en la mente del legislador en los ultimos tiempos.

   En la normativa citada se recoge la diferenciación entre renovación y la obtención de duplicados, pero, en todo caso, se hace hincapié en la necesidad de aportar una fotografía reciente.

   Los D.N.I caducados o sustituidos carecen de todos los efectos que les atribuye la legislación vigente. Por tal motivo es imprescindible su renovación, caso de caducidad, o la obtención de duplicado en los supuestos de extravío, sustracción o -incluso- deterioro. Ultimamente es frecuente que aparezcan por la notaría portadores de tales documentos a los que se les ha caido el chip.

   La cuestión de la fotografía no es baladí. A partir de cierta edad -setenta años- se obtienen documentos con validez indefinida, pero la longevidad de las personas, ahora es mayor que antaño, una persona de noventa años con un d.n.i. obtenido a los setenta no se parece en nada; el supuesto, por extraño que pueda parecer, se da. También surge idéntico problema en los casos en los que se cambia el look de forma radical, especialmente en el caso de las señoras; desaparece el pelo o incluso en los supuestos de transexualidad cuando aún no se ha cambiado el D.N.I.; la resolución judicial correspondiente carece de virtualidad identificadora.

   La intervención notarial conlleva un juicio de identidad que se apoya en la mayoría de las veces en el referido documento. Una identificación errónea o utilizando un D.N.I. falso conlleva responsabilidad para el notario; de ahí la importancia de que se aporte un documento correctamente expedido. No sirven fotografías con gafas de sol y otros complementos que impidan la correcta identificación, pese a lo cual, en la práctica se ven -se ve que el sistema informático no detecta la foto y el funcionario no está para pensar (aquellos polvos estos lodos)-.

   En algunos países de nuestro entorno, como los nórdicos, el documento de identidad tiene la fotografía de perfil y no de frente, como en España, y muestra la oreja, pues se dice que nadie la tiene igual. Incluso se introducen datos relativos a la estatura de las personas.

   Y, finalmante…, yo, me pregunto ¿que pasaría si mi empleado o yo mismo dijera al consumidor: «mire, no tengo ni idea, soy nuevo, puede decir lo que quiera pero le haré la escritura como mi sistema informático me permita, da igual lo que usted quiera y los argumentos legales que le amparen»?

Antonio Ripoll Soler

Notario de Alicante

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