BANKIA y su tabla de salvamento
Marta es la esposa de Luis . Marta es abogado. Hace ya más de un año que tuvo que replantearse el ejercicio de la profesión. Cada vez el tiempo que hay que dedicar a un cliente, cuando tiene la suerte de tenerlo, es mayor la carga de trabajo que comporta y los ingresos menores y más difíciles de cobrar. Compagina su trabajo, al igual que Luis, con la atención a sus tres hijos y la llevanza de la casa. Hace ya un año, prescindieron de la chica que les ayudaba en la casa. No venía del todo bien el desembolso que conllevaba. Cambiaron sus costumbres en lo relativo a la compra de la casa. Afortunadamente, no les falta para vivir, pero fue importante el esfuerzo y cambio de hábitos. La familia ha prescindido de todo lo superfluo, a fin de que sus hijos no noten el bache. Son felices y se han adaptado a los tiempos.
Este fin de semana –a perro flaco todo son pulgas– se ha roto el lavavajillas. No se puede arreglar. El matrimonio, aunque no les viene bien, ha decidido gastar parte del dinero que tenían reservado para pasar un fin de semana con sus hijos en un modesto hotel rural, en comprar un nuevo aparato. Les hacía mucha ilusión. Otro año será. El nuevo lavavajillas les permitirá seguir dedicando un mayor tiempo a los niños, les gusta verlos crecer.
Luis y Marta tienen claro que o viaje o lavavajilllas. Optar por uno implica renunciar al otro. Es lo que se llama coste de oportunidad. No solo se trata de cuánto cuesta uno u otro sino de a qué se está renunciando al ejercitar la opción.
A estas alturas de la película, los españoles tienen claro que todo no se puede, que hay recortes y que hay que apretarse el cinturón. Sin embargo, a la vista del despilfarro que se ha producido en determinados ámbitos; teniendo en cuenta la presencia de responsabilidades no depuradas; con la prima de riesgo en todos los desayunos -concepto desconocido por muchos pero presente en la vida de todos-… no acaban de conocer los costes de oportunidad de las decisiones políticas. En la época que estamos viviendo debe haber transparencia y más por estética que por deber las decisiones políticas deben justificarse. No se trata de someter a referendum cada decisión. No. Hemos elegido nuestros gestores y en ellos debemos confiar. Sin embargo, sí que es más llevadero el efecto de cada decisión si sabemos qué estamos ganando y a qué estamos renunciando.
Evidentemente, los 19.000 millones de Bankia implican renunciar a gastar en otra cosa. ¿A qué estamos renunciando?¿En beneficio de qué?¿Quien se hunde por salvar a Bankia?¿Quien se salvaría si Bankia se hundiese? De la existencia o no de respuestas adecuadas y coherentes depende la credibilidad del sistema.