¡Qué pesado es el Notario! ¿No lleva agenda?

agenda notario   El otro día, por la mañana, a primera hora, acudí a la peluquería, sin avisar, en ese momento, no me podían atender. ¿Resultó algún problema? Francamente, no, cuando me dirigía al sitio, llamé, me dijeron que estaban encendiendo el ordenador para ver la agenda, pues no había dado tiempo. Voy a esa peluquería desde hace algún tiempo, la propietaria es una buena amiga y siempre me atienden bien, a mi gusto y de forma cordial, por muy largo que haya sido el día; además, cuando realmente he necesitado algún favor, lo he pedido y me lo han hecho. «Hoy por ti, mañana por mi», se dice ¿no?. El hecho de que no me atendiesen… ¿supone que no fuese a volver? Evidentemente, NO. En realidad, al cabo de un rato llamé y pedí hora para última hora de la mañana, yo terminaba a las 13:45, según mi agenda, con lo que no me pareció mal fijar las 14:00 como hora para acudir. Como consecuencia de que se complicó el trabajo al terminar la jornada, tuve que llamar a cancelar la cita; lejos de enfadarse, me ofrecieron ir por la tarde o, incluso, al día siguiente, hoy sábado, pues estaba despejada la mañana; bastaba con que llamase para organizarse y me atenderían sin problema. Lo cierto es que hoy sábado no me ha apetecido ir y he preferido escribir este post. Voy regularmente a cortarme el pelo y si no me lo corto hoy me lo cortaré mañana, en realidad es indiferente, y si no he ido antes ha sido por mi propia dejadez, con lo que, el próximo día que encuentre un hueco acudiré.

   Lo anterior contrasta con lo que sucede con la agenda del notario. A diferencia de lo que sucede con determinados servicios, como, por ejemplo, el que relataba anteriormente, cortarse el pelo, acudir a un restaurante, tomar un café…, que se solicitan regularmente, a la Notaría nos suele llevar algo transcendente en nuestras vidas, sus consecuencias perduran en el tiempo mucho más de lo que dura un corte de pelo. Así, pedimos un préstamo para pagar los estudios a los hijos, lo cual nos vinculará con el Banco, en términos generales, por entre 3 y 5 años; compramos una vivienda, que normalmente no cambiaremos durante nuestra vida; financiamos la adquisición de ese piso, lo que nos casará con el Banco durante… ¿treinta años?; hacemos testamento a los 30 años e igual no lo cambiamos nunca o lo modificamos dos o tres veces; constituimos una sociedad, de la que esperamos comer durante algunos años si los hados nos son favorables…

   A mi, personalmente, me gusta, en la medida de lo posible, que las personas que acuden a mi despacho no esperen; incluso cuando no se les ha citado previamente y vienen a consultar algo, a solicitar información o encargar cualquier documento o trámite. Pienso que el tiempo vale mucho y que cada persona valora el suyo como tiene por conveniente. Intento tratar como quiero que se me trate. Para ello, procuro dotar de los medios personales y materiales necesarios la oficina notarial; lo cual pese a ser una oficia pública costea el Notario. Superviso el trabajo del personal de la Notaría, tratando de mejorar cada día, corrigiendo los errores, pues de ellos también se aprende. Y, para todo ello, resulta imprescindible una agenda.

   Insisto a mis colaboradores que en la agenda de la notaría existen dos aspectos a tener en cuenta:

   1) La hora de firma, para aquellos asuntos que requieren intervención del Notario, pues el Notario no se puede dividir, no es imprescindible, pero está libre o no lo está y los documentos se firman siempre en presencia del Notario previa explicación detallada de su contenido.

   2) La hora de acudir a la Notaría, por muy preparado que esté el documento, explicados sus efectos e informados previamente los interesados; siempre existe un lapso de tiempo entre que se llega hasta que el Notario, en este caso yo, atiende. Es necesario que estén todos los interesados, el retraso de uno retrasa a todos; deben cotejarse direcciones, escanearse documentos de identidad, aportar algún dato que llegaba rezagado. Lo ideal es que la hora de llegada y la hora de firma casi coincidan; sin embargo, eso no siempre depende de nosotros.

   Todo lo anterior es deseable y es lo que procuramos hacer. Sin embargo, el hombre propone y Dios dispone. Así, muchas veces, se producen retrasos, ¿por qué?

   En ocasiones las personas no dan al acto la transcendencia que requiere, acuden tarde, sin lo que se les ha encargado o en ese momento se dedican a replantearse la operación. Yo siempre digo que el día de la firma debe de estar todo el pescado vendido. Esto es, se puede acudir antes, atiendo personalmente a quien quiera, incluso pongo a su disposición un borrador si me han facilitado los elementos necesarios para confeccionarlo. De hecho, en los préstamos hipotecarios, se tiene derecho a examinar el proyecto de escritura 3 días antes. Sin embargo, no es oportuno renegociar la operación durante la firma. Se puede cambiar de opinión, pueden surgir imprevistos, pero a la notaría no se va a negociar el día de la firma, se va con el trato hecho.

   En otras ocasiones las personas se presentan, sin más, esperando que se les atienda porque como pagan tienen derecho a exigir. Perfecto, pero ¿tienen las cosas claras? ¿son conscientes de las consecuencias de una firma no meditada? El Notario debe negarse a autorizar el documento si no está suficientemente informado el interesado.

   Sucede también que, durante la firma, muchas personas empiezan una pregunta clásica como sigue: «…ya qué estoy aquí, y al notario no se va todos los días, le puedo preguntar… (algo que nada tiene que ver con la firma)».

   Puede ocurrir que durante la firma surja algún imprevisto, o el notario, porque es persona, porque no conoce a todos los interesados antes de llegar, tome más tiempo en cerciorarse de la capacidad de la persona que requiere sus servicios. Porque para firmar un documento notarial no basta solamente poder hacer la firma con la mano, la cabeza debe acompañar a la voluntad plasmada con la firma.

   Por todo lo anterior, pese a la transcendencia de los actos, sorprende como la gente comparece a la Notaría sin los deberes hechos y sin la oportuna actitud al respecto; se autocitan sin preguntar disponibilidad -«el notario, por la cuenta que le trae hará», piensan, sin ser conscientes que el Notario atenderá cumpliendo sus obligaciones en todos caso-. A diferencia de lo que sucede en otros servicios y profesiones.  ¿Cómo lo veis?

Antonio Ripoll Soler

Notario de Alicante

www.notariaripoll.com

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