Las palabras vuelan
«Verba volant, scripta manent». Siempre me ha gustado esa cita, del latín, «las palabras vuelan, lo escrito permanece». Recientemente, le comentaba a una buena amiga; cada forma de comunicación es adecuada en función de qué situaciones. La comunicación verbal, la palabra, es efímera; puede ser tergiversada y transformada por el que las oye, o por el que las escucha al que las oyó; porque las palabras se las lleva el viento.
Cuando algo, en cambio, se plasma, blanco sobre negro, por escrito, tiene una perdurabilidad mayor. Los notarios sabemos mucho de eso; pues las declaraciones de voluntad, aunque sustancialmente pueden ser iguales, no tienen siempre la misma transcendencia o efectos; pues la forma que las envasa puede ser determinante de los mismos.
De palabra se dice un te quiero, se dan y quitan razones; esas palabras se guardan en el recuerdo del que las recibió, pero sólo en su recuerdo. Se esclavo de tus palabras para ser dueño de tus pensamientos, me dijo una persona ciertamente querida por mi. No le faltaba razón. Sin embargo, en ese caso, esas palabras que debemos guardar para nosotros son tanto las escritas como las realmente pronunciadas. La diferencia, como dije, es la perdurabilidad.
Últimamente, las nuevas tecnologías, han revolucionado las formas de comunicación. Lo entonces impensable, es ahora una realidad. Entre lo pronunciado -lo oral- y lo escrito en papel; se encuentra el empleo de esos nuevos canales de relación interpersonal.
Atrás quedó el contestador automático -aún en uso- con cuya anécdota terminaré este post. Ahora las personas nos cruzamos mensajes con sms, WhatsApp o Line; utilizamos el Messenger (en cualquiera de sus manifestaciones); chateamos en Facebook -¡uy! recuerdo mis primeros chateos allá por 1996, de la mano de mi hermano Carlos, un visionario de estas cosas, ¡qué diferente era aquello!¡qué parececido esencialmente a lo de ahora!-; incluso, a veces, nos mandamos correos electrónicos -más serios, menos espontáneos-.
Todo esto, tiene en común, la relativa intangibilidad de su soporte. Son conversaciones vivas, espontáneas; pero no son inicialmente plasmadas en papel. Su soporte es delicado, cuando se reciben en un móvil, es algo que trajinamos todo el día, que se nos puede perder, que se rompe, que se inutiliza informáticamente… Sucede lo mismo cuando se reciben en un ordenador. Unas veces quedan almacenados en un servidor web; otras su recuperación es más difícil.
En muchas ocasiones las conversaciones son intranscendentes. No es necesario conservarlas más allá del buen rato pasado, de los sentimientos expresados o de la información transmitida.
Otras veces, en cambio, puede ser conveniente que quede constancia de las mismas; es muy frecuente en las crisis matrimoniales reprocharse cosas vía sms o whatsApp; hablar sobre los niños; sucede algo parecido en determinadas situaciones de crisis laboral. En todos estos casos puede ser conveniente asegurar la perdurabilidad de la conversación más allá de sus soporte técnico; pues, a veces, es necesario aportarlas a un juicio; entre tanto, se nos puede perder o estropear el soporte, por accidente, por un virus informático, por extravío o sustracción; pues el móvil, por ejemplo, lo llevamos a todas partes; una hoja de papel que nos enviaron podemos archivarla al margen de todo lo demás; en cambio, no se puede hacer lo mismo con los aparatos electrónicos.
Por todo ello, en esos casos, puede ser interesante hacer un acta notarial que plasme la existencia de la conversación. El notario vuelca a papel, haciéndose responsable de la concordancia con la información, lo existente en soporte informático. De esa manera se podrá presentar posteriormente donde proceda y estaremos protegidos ante un eventual extravío del soporte informático.
Ahora bien, el notario no añade al documento más que el soporte y concordancia. Sin embargo, todo lo relativo a remitente y destinatario, son cosas que el notario no conoce más allá de lo manifestado por quien ruega sus servicios, con lo que son extremos que, en su día, se deberán probar.
Aludía anteriormente a un contestador automático. Sí, y es que este post me vino con la reseña de un corto argentino «Ni una sola palabra de amor». Recomiendo, francamente, ver el video. Sus autores lo desarrollaron sobre los mensajes que encontraron en un contestador automático que se vendió en un mercadillo; se trataba de una conversación real de hace más de 15 años, sus protagonistas existen y aparecieron con posterioridad a que se editara el video. A la vista del mismo, más que nunca, se debe ser cuidadoso y diferenciar lo que escribimos y lo que decimos; así como al elegir a quien encomendamos el tesoro que supone nuestra intimidad.
Antonio Ripoll Soler
Notario de Alicante
Excelente lo que escribiste Antonio.