Certifica energéticamente, que algo queda

certificado eficiencia energética escrituras   Hace ya casi un año que, cuando se compra una vivienda, se introducen en la escritura unas consideraciones en relación al certificado de eficiencia energética. Dicho certificado se regula en el  Real Decreto 235/2013, de 5 de abril, por el que se aprueba el procedimiento básico para la certificación de la eficiencia energética de los edificios.

   Al poco de entrar en vigor la nueva regulación no se había facilitado la forma de certificar por las distintas Autonomías. Una vez más se produce la disfunción que genera la existencia de distintas formas de entender las leyes en razón de la Comunidad Autónoma en la que se esté. Es una realidad que el madrileño, por ejemplo, compre una vivienda para uso vacacional en Alicante y, sin embargo, las normas sean distintas. La verdad, cada vez me cuesta más entender qué es lo que aporta esa diferenciación en cuestiones meramente administrativas más allá del vergonzoso reparto competencial que supone para nuestros políticos.

   Actualmente se ha producido una caída de los precios de la certificación. De forma que por menos de sesenta euros se puede obtener el certificado.

   ¿Para qué sirve realmente el certificado sobre eficiencia energética? Aunque es un poco de andar por casa, yo suelo explicarlo a la gente diciendo: «Miré, esto es como cuando va a comprar un lavavajillas, hay una etiqueta con unas letras, cuanto más retrasada es la letra más gasta el aparato; con la casa pasa algo parecido». Seguidamente, añado: «Seguro que usted está comprando la casa esta porque ha tenido en cuenta su consumo». En ese momento una sonrisa se esboza en el semblante de los presentes. La realidad es que, ese certificado que debería servir para decidir alquilar o comprar una casa, primando las más eficientes energéticamente en detrimento de las de peores consumos, en la práctica, o no se obtiene hasta que la casa está vendida o, directamente, se aporta en el momento de la firma de la escritura. Con lo que, la realidad es que en la reflexión del comprador nada incide la certificación.

   Algunos han dicho que debería calificarse la vivienda del peor modo posible y el que quisiera mejorar la calificación debería obtener la certificación. Parece la solución más seria que la de emitir certificados poco contrastados.

   ¿Hacia dónde vamos? Las cosas tienen un coste, emitir un certificado conlleva un trabajo, unas horas de comprobaciones, al menos si se quiere que el certificado esté bien hecho. La realidad es que con los precios tirados por los suelos muchos técnicos emiten el certificado sobre un cuestionario cumplimentado por el propietario y sin visitar la vivienda.

   Si no se certifica con rigor podremos encontrarnos con que en el futuro una parte de la compraventa demande a la otra o al técnico cuando lo certificado no coincida con la realidad del objeto comprado. La responsabilidad para unos y otros será grande. Mientras tanto, sigamos certificando alegremente.

   ¿Compraríais una vivienda por su mejor calificación energética?

Antonio Ripoll Soler

Notario de Alicante

www.notariaripoll.com

1 comentario »

  1. Gracias por la aclaración, no tenía ni idea de esa novedad, bueno la había leído en una Escritura, pero me sonaba a » leyenda urbana»..
    Saludos.
    Cobas

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