Emprendedor salvado por firma electrónica notarial
El pasado miércoles, un emprendedor acudía a la Notaría para formalizar la financiación de su negocio. Los días anteriores se había cancelado la firma de la operación. Habían sido jornadas largas de negociación, llenas de tiempos de espera de autorizaciones y requisitos que procedían del departamento de riesgos de la entidad financiera.
´ En la notaría habíamos conocido a esta persona al fundar su sociedad. Se trataba de un proyecto ilusionante que, en los próximos días se presentará al público. En este caso, además de idea e imaginación; el proyecto iba acompañado de una fuerte inversión que debía ser financiada.
Por los cabos que suelen quedar sueltos, aunque la firma estaba proyectada para las 11:30, el emprendedor y su avalista, junto con el Banco no aparecieron por la Notaría hasta las 12:30. Hasta ahí, todo normal. Por desgracia, el último que se entera de los cambios de la agenda notarial es el propio notario. En los tiempos que corren la disposición del propio tiempo parece una quimera.
El problema se presenta cuando, pese a esperar la presencia física de un segundo avalista en la Notaría, simultáneamente con las otras dos personas, el emprendedor aparece con un poder que… ¡no contenía facultades para la operación! No todos los poderes sirven para lo que se nos ocurra, por eso en tales casos se debe informar previamente a la Notaría a fin de evitar cualquier contratiempo.
La operación, sin embargo, debía quedar formalizada ese día y cuanto antes. Los proveedores habían estado esperando los pagos, retrasados por burocracia administrativa, y el tiempo jugaba en contra del proyecto.
El avalista que faltaba, ajeno al problema, se encontraba en un gimnasio, disfrutando de su tiempo libre, a… ¡300 kilómetros de Alicante! El problema parecía insuperable.
Sin embargo, se presentó la solución de forma ágil y fácil. Lo más difícil fue conseguir que el avalista cogiese el teléfono para darle las instrucciones pertinentes. Tras una hora buscando a Wally… ¡apareció! Durante ese tiempo habíamos contactado con una Notaría de la ciudad en la que esta persona se encontraba, se había encargado el poder corregido y en 25 minutos estuvo firmado el nuevo poder y remitida la copia electrónica telemáticamente, por correo electrónico notarial, con firma electrónica reconocida del Notario. Tras lo cual, firmamos la financiación y todo se resolvió satisfactoriamente para todos. La operación y resolución del problema fue eficaz e impecable, los costes añadidos por la falta de previsión, prácticamente inexistentes.
Las premuras y angustias se podían haber evitado si, como es normal, antes de firmar, se hubieran presentado las personas a examinar el proyecto de escritura y a informarse sobre la validez del poder. Por desgracia, eso no sucede nunca.
¿Os imagináis que un paciente que va a ser intervenido quirúrgicamente llega una hora tarde, sin haber seguido las instrucciones del equipo médico, habiendo almorzado cinco minutos antes y sin las análisis que le habían pedido? ¿Le habrían operado? ¿Quién habría sido el malo de la película?