No, no nos referimos a unas casas montadas en un caballo, pobres animales. Existen determinadas situaciones de hecho que se generan como consecuencia de tratos entre vecinos acaecidos, normalmente, hace muchos años. Dichos tratos, totalmente definidos en su origen, con el tiempo, ante la inexistente o mala documentación, generan unas malas relaciones de vecindad.

   Las casas a caballo aparecen en aquellos casos en los que una vivienda, normalmente antigua, es repartida entre varias personas. Por pintoresco que pueda parecer, como las habitaciones no están superpuestas, la operación de división no es vertical. Se procede a repartir entre los interesados habitaciones de cada planta de forma que, al final, lo que se tiene es una vivienda que más que una casa parece una pieza del tetris.

   Con el paso del tiempo, si la operación no se documentó bien, con la correspondiente escritura, y quedó al margen del registro surgen disputas sobre quien tiene la propiedad de un determinado elemento, o derecho al uso de un patio, aprovechamiento… Son especialmente traumáticos los supuestos en los que, al estar montada parte de una casa sobre parte de otra, la decisión de demolerla no se puede llevar a efecto sin el consentimiento del vecino.

   Actualmente es difícil que se generen, pues se construye de otra manera; sin embargo era relativamente frecuente antiguamente y, especialmente, en los pueblos. Aún recuerdo cuando me explicaron la venta de una almohada en Vallada. Se trataba de la operación por la que se vendía al colindante el espacio deliminado por el arquillo que hay entre dos vigas, bien verticalmente o bien afectando a una sóla de las plantas de la edificación.

   Para esclarecer la situación y aliviar las relaciones, cuando surge el problema, lo que hay que hacer es estudiar el historial registral de la finca; contrastarlo con los títulos de propiedad y tener en cuenta cómo se ha venido disfrutando la propiedad por los distintos interesados.

Antonio Ripoll Soler

Notario de Alicante

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