Nada es lo que parece -¡pensé que era un estudio!-

¿Vale Todo por dinero? También se engaña escribiendo libros   La época que nos ha tocado vivir no es fácil. Las familias españolas pasan momentos difíciles. Lo más acuciante llegar a fin de mes, pagar la hipoteca, el colé de los niños, traer el pan a casa… Se trata de necesidades inevitables e inaplazables. En ese momento surgen dudas. ¿Qué política económica tenemos? ¿Actúan los Bancos correctamente? ¿Me explicó el Notario la escritura…?

   Se trata de grandes temas recurrentes, sin embargo, a veces hay que descender a la realidad mundanal. Plantearse si lo que cada cual hace es lo correcto y si es generalizable. Siempre me gustó el imperativo categórico kantiano, desde bien pequeños mi madre, que además de artista, es filosofa, nos decía en casa «lo que no quieras para ti no lo quieras para los demás», cuál fue mi sorpresa cuando años más tarde descubrí lo que el filosofo alemán predicaba:

   «Obra según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne en ley universal».

   Recuerdo también, como cuando estudiaba la Generación del 98, se reivindicaba la vuelta a la intra historia de España, para referirse a aquel momento anterior al Siglo de Oro, en el que se habían ligado los mimbres para que el siglo XVI y XVII fuesen un momento de gloria en nuestro país. ¿Quien no recuerda la canción de «Los Nikis», «El Imperio contraataca»Curioso, que, 20 años más tarde  de que tarareasemos aquella canción en las noches de verano nuestros hijos vieran ganar un Mundial y dos Eurocopas…

   Así las cosas, hoy me gustaría llamar la atención sobre algo que, por desgracia, cada vez es más frecuente. Y es que, para engañar, no hace falta ser un malvado Banco. No, hay muchos sitios en los que se abusa de la letra pequeña.

   Este año, he cometido el desliz de comprar varios libros, de Derecho, porque los Notarios, estudiamos. Siempre me ha gustado comprar libros jurídicos, me gusta tener material que consultar cuando surge una duda. En la carrera, siempre recuerdo, cuando estudiaba el Diez-Picazo, el autor, tras su pluma magistral, se descolgaba, de vez en cuando con algún latinajo, lo cual, siempre, reconozco, me ha gustado. Los adagios latinos en Derecho son habituales. Sin embargo, es cierto, no todo el mundo tiene la afición o voluntad de traducirlos, por lo que, ya en su día, sugería que debían traducirse, hoy en día, son pocos los que estudian latín en el Bachillerato -vamos, no se ni si se estudia-.

   En este contexto, con los libros que he comprado, me he llevado varias decepciones. Las cuales, lógicamente, van y son directamente proporcionales al supuesto prestigio del autor. Pues creo, no se puede pedir lo mismo a un doctorando que a un Catedrático.

   Así, es propio de personas que se dedican a hacer carrera universitaria pero que, por desgracia, no están bien asesoradas, publicar un libro en el que tras unas breves páginas de comentario se dedican a copiar el texto de la ley comentada, con lo que se aumenta artificialmente el volumen de la publicación.

   Si lamentable es lo anterior, peor es lo de aquellos otros que, al hilo de una reforma legislativa de calado, que puede, por ejemplo, afectar al diá a día de las notarías, publican un libro en el que con un tamaño de fuente de letra ridículo se apuntan pocas soluciones prácticas, más allá de casos de laboratorio inexistentes en la práctica, y es que, cuando uno escribe un texto crítico, debe aportar y criticar… Si, además, el texto va aderezado de un importante aparato de notas de arrastre en el que se citan un montón de libros que no vienen al caso… miel sobre hojuelas. En el fondo, la técnica no es muy diferente de la del anterior, se trata de incrementar artificialmente la extensión del libro, que, al parecer, se vende al peso, sin embargo, como este otro tipo de autor tiene más nivel, en lugar de engordar la publicación burdamente con una Ley que consta en el BOE, acude a unas notas al pie de página que no vienen al caso… en fin, más o menos lo mismo, solo que algo más elegante.

   Luego están aquellos otros que, como quieren ser más eruditos que ninguno, en lugar de latinajos se dedican a intercalar palabras en distintos idiomas, así, como para dar a entender que son políglotas, lo cual queda bastante vulgar, porque, cuando se escribe en español se utiliza el español, no el spanglish ni nada parecido – Do you understand? Really?-.

   Fuera de concurso están aquellos otros que no engañan, porque leer un blog es gratis, pero que, en sus blogs, más o menos minoritarios, sin embargo copian, un párrafo de una sentencia, como pretexto para escribir cualquier disparate, que no son más que dos líneas antes o después del pastiche copiado y pegado.

   Y es que, realmente… nada es lo que parece, muchas veces, tras las tapas de un libro pagado a precio de material novedoso no hay más que un vivir de las rentas de cuando uno estudiaba y con trabajo y tesón se forjó un prestigio. Pienso que es mejor retirarse cuando se está en la cumbre que irse a hacer unos bolos por Asía para jugar al fútbol cuando la luz de la estrella se apaga… pero cada cual tiene su libre albedrío y decide entre ser leal a su prestigio o hacer mediocre lo que brillo.

   Entonces… ¿donde reclamo al que me estafó con su libro? No es mediático, pero si real. Ahora, más que nunca, debemos buscar la excelencia en lo que hacemos.

Antonio Ripoll Soler

Notario de Alicante

www.notariaripoll.com

2 Comentarios »

  1. Interesantísimas reflexiones, Antonio.

    Que, casualidades de la vida, solemos hablar a menudo con dos compañeros.

    Por partes:
    En primer lugar, está el tema de algunos catedráticos. A este respecto, lamentablemente, el problema no empieza ni termina en algunas de esas obras que menta, artificialmente «engordadas». Antes bien: cual ritual sucesorio el arte del «copy-paste» es transmitido de generación en generación, de maestro a discípulo. Es decir, de determinados catedráticos a sus doctorandos (a salvedad, naturalmente, de las excepciones de rigor y los casos honorables).

    En este sentido, y valga la anécdota, en el espacio de dos semanas este servidor tuvo la oportunidad de leer dos tesis. Por lo que se refiere a la primera de ellas (tomando prestadas sus palabras) era un «aportar y criticar». No había línea desperdiciada. Todo era un festival de reflexiones, críticas y propuestas de soluciones. Mas, no así la segunda que, después de llevar leídas casi 260 páginas, en las cuales solo se veía la técnica del «copy-paste» edulcorada con unas pocas líneas de glosa, uno se preguntaba ¿cuándo empezarás a contarme algo nuevo?.

    En tales condiciones, «cualquiera» elabora una tesis doctoral o trabajo científico. Y, como muy bien apunta, cualquiera publica un . Como el caso de esos catedráticos (y futuros catedráticos «copy-pasteros» -pues, algún día, ese doctorando, cuyo método de trabajo se reduce a esta técnica «mete paja» o «copy-pastera», adquirirá un «prestigio» y producirá esta suerte de trabajos y publicaciones -con este estilo- [perpetuando, por ende, esta dolencia académica-intelectual] ).

    Por desgracia estos últimos casos constituyen la nota (relativamente) dominante. Es decir, trabajos que son refritos de otros anteriores. glosadores y copy-pasteros. Algo que, de otro lado, denota poca creatividad, o cuando menos pereza intelectual. Un extremo, dicho sea de paso, harto preocupante por cuanto los problemas del S-XXI, que evolucionan a una velocidad inusitada, requieren de respuestas y soluciones acordes a tales circunstancias. Lo cual, en humilde opinión de este servidor, solo puede proporcionarse desde la creatividad intelectual en la elaboración de dichas respuestas y soluciones.

    En segundo término, y al hilo con todo lo anteriormente expuesto, cabría preguntarse si el hecho de que (en no pocas ocasiones) el legislador se abstenga de adaptar la legislación vetusta a los nuevos problemas o bien extrapole antiguas soluciones a dichos problemas novísimos no responde sino a lo anteriormente apuntado.

    Por lo demás, solo resta agradecer que haya decidido compartir las reflexiones vertidas mediante esta excelente entrada.

    Omar.

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