Forma y fondo: Propósitos de Año Nuevo

fullsizeoutput_b003   La Navidad es una época que a muchos invita a la reflexión, a mirar hacia el interior y enfrentarse a las preocupaciones más intimas. Tanto hacia dentro como hacia fuera, parece que hay una distinta vara de medir, las personas se hacen más flexibles, nos mandamos whatsapps, nos felicitamos en Facebook; incluso, los más afortunados recibimos una felicitación escrita de alguien que se ha tomado la molestia de dedicarnos unas líneas y mostrar su caligrafía lo que, en los tiempos que corren, cada vez parece más íntimo; existe un grupo de elegidos que, además, reciben una Felicitación de nuestro entrañable amigo y compañero Justito “El Notario”.

   Para otras personas, el inicio de año supone hacer balance y reflexionar sobre lo que debería ser. Hay quien busca cambios radicales. Hay quien se conforma con mejorar alguna de las cosas que le cualifican; otros, simplemente con seguir siendo fieles a sí mismos, que no es poco, y no olvidar ni de dónde vienen ni hacia dónde van.

   En ese ejercicio de introspección me ha parecido acertado y reconfortante, no se si por nostalgia o por aprecio al amigo que encontré en un compañero, rescatar una historia que un día me contó, hace ya mucho tiempo, o no tanto, pues el tiempo es una medida relativa, que bien podría servir de Cuento de Navidad Notarial o de propósito para el año que empieza.

   La profesión notarial es un oficio de personas para personas, quien nos visita nos ofrece sus convicciones más personales de sus vivencias y muchas de ellas son extrapolables a nuestro oficio o, bien, entrañan enseñanzas para la propia vida.

   Un buen día, ese compañero, me relataba la siguiente historia que me tomo la licencia de transcribir como testimonio de agradecimiento a la enseñanza que encierra, procurando ser lo más fiel posible a su relato, en el cual, seguro, habré omitido algo o añadido algún matiz, pues escribir no deja de ser recuerdo de lo vivido. Dicha historia comenzaba así:

   “Hablar de poner negritas en las escrituras es hablar de una manía personal y de un debate que hace tiempo tuve con un muy buen empleado.fullsizeoutput_b000

   Se trataba de un empleado de mucha experiencia, y gran profesionalidad. Sin embargo, pese a sus enormes virtudes, a la hora de redactar las escrituras no destacaba por su estética. Era más que frecuente, no ya que no hubiera ninguna negrita en la escritura, pese a mis ruegos por lo que explicaré, sino que le costara muchísimo trabajo poner puntos y aparte, o centrar los títulos, o que los párrafos fueran uniformes, e incluso que usara el mismo tipo de letra en todo el texto.

   Más de una vez comentaba con él esa dejadez en la forma de redactar las escrituras, pues sinceramente no entendía cómo, en cambio, era capaz de resolver asuntos complejos, o de echar horas y horas atendiendo a personas que muchas veces acudían al despacho con asuntos  intrascendentes.

   Argumentaba que no tenía tiempo, y no podía negar que era cierto; no ya su dedicación a las personas que tenía frente a él, sino que jamás miraba el reloj para ver cuando tocaba llegar a casa.

   Sin embargo esa perfección que demostraba día a día en tantas cosas, desde el punto de vista laboral, no me cuadraba con la dejadez en su forma de escribir. Muchas veces, en broma, le decía, las rayas rojas debajo de las palabras no son síntoma de que el word se haya hecho colchonero…pues le resultaba imposible hacer una simple corrección ortográfica pese a las muchas alertas que la herramienta informática hacía evidentes.

   Me planteaba seriamente si mi problema era simplemente que yo soy un maniático, y el típico jefe cascarrabias que nunca está satisfecho; pues en el fondo lo soy, aunque no creía que lo fuera tanto.

   Un compañero me abrió los ojos y me ayudó a enfocar el tema desde la perspectiva correcta.

   Un día en el que tras un almuerzo, la sobremesa se alargó más allá de lo que marcan las normas sociales, y acabas sincerando tus más íntimas preocupaciones, me preguntó el compañero:

¿De verdad no ves cual es el problema?

El problema eres tu efectivamente, pero sobre todo uno de los Notarios que te ha antecedido en la plaza.

Se me ponían los ojos a cuadros, pues no sólo conocía a ese Notario, sino que le tenía un gran respeto y cariño: tanto personal como profesionalmente.

   No te engañes: efectivamente, existen grandes personas y grandes notarios, sin embargo no todos tienen tu vocación, tu antecesor trabajaba muy bien, pero no comparte contigo todas tus virtudes. La vocación es lo que hace sentir pasión por el oficio, sin embargo, no todos tenemos la suerte de tenerla; tú sí y ese don es lo que te hace diferente y es la causa del cariño que la gente te profesa y que tus palabras sean autoridad. Es como aquel que predica con el ejemplo, por eso, tu equipo ínterioriza tu actitud.

   En ese momento entendí el por qué de mi manía, aunque confieso que me costó entender la crítica hacia el compañero.

   Para mi; ser Notario es servir a la sociedad, pero también es redactar una escritura, y tengo muy grabadas a fuego las palabras de mi maestro:

«Eres escribano, tienes que escribir bien».

   No es que sea importante escribir bien, y que las escrituras sean agradables a la vista. Escribir bien me parece una forma de manifestar mi respeto, tanto a la profesión que ejerzo y adoro, como a la persona que tras la firma de cualquier escritura, firma un proyecto de vida. Poniendo unas simples negritas en el texto, mis empleados me facilitan la lectura

   No es que sea importante que el notario lea cómodamente porque es un flojo, es que cualquier duda del notario mientras lee, hace temblar a la persona que tiene en frente, para la que el asunto que le trae al despacho es muy importante.

   Quien oye al Notario leer, y lo ve dudar, no sabe si duda porque no encuentra algo, o porque ve algo raro. Es como cuando el médico te va a dar su diagnóstico, justo antes de hablar tratas de averiguar interpretando el más mínimo gesto si es bueno o malo.

   Muchos de quienes nos visitan, por miedo o respeto, no se atreven a preguntar al Notario, y cuando reciben su escritura, la leen con puntos y comas. Es ese momento, cuando han liquidado los aranceles, y comprueban la estética de la escritura, cuando perciben cómo han sido tratados.

   Dejar el texto bonito es algo que cuesta no más de cinco o quince minutos.

   Sin embargo, para mi, no es solo una cuestión de facilidad. A mi me gusta leer tranquilo las escrituras en mi ordenador y dejarlas estéticamente bonitas antes de la firma.

   El motivo es más que sencillo, es un tiempo valiosísimo en el que yo estoy sólo con la escritura, casi de forma íntima, concentrado sólo en la escritura; y esa concentración me permite pensar libremente cómo puedo mejorar el contenido de una determinada cláusula.

   Ese tiempo a solas con la escritura, me permite entrar a leer y firmar con las partes sabiendo cual es su asunto, y creo que ellos agradecen, que aunque no los haya visto antes, sepa cuales son sus problemas, sobre todo, que me centre en explicar aquellas cosas más destacables que haya visto antes (como las cargas de la nota simple, o los problemas del certificado de deudas con la comunidad, o algunas cuestiones fiscales).

   Volviendo al principio de la historia… Ese día, y antes de pasar a otro tema, en una sobremesa muy agradable, mi compañero me inquirió una sencilla pregunta.

   Esos empleados tuyos de los que tan bien hablas, tras estar horas con el ciudadano… ¿hacen la escritura que les piden o la que deben hacer?

   Entendí la pregunta, y encontré la respuesta al instante; sin embargo ese día cayó un poco mi respeto hacia un compañero que sigo considerando buena persona y buen profesional, por lo que animo a ese compañero y a otros tantos a que busquen el significado de la pregunta y hallen sus propias respuestas”.

A mi la historia me gustó. La forma, no hasta el extremo que relata el compañero, ni por los mismos motivos, siempre me ha preocupado, es algo sobre lo que escribí en un post que titulé «Navegamos hacia la historia».

   Siempre he pensado que en el justo medio aristotélico está la virtud y que hay que mezclar pasión y vocación con rigor; sin embargo, entiendo perfectamente lo que el compañero me transmitía, más allá de la literalidad del relato. Hay personas que pasan por la vida como ese notario puntilloso y riguroso pero que, además, como él ponen calidez y cercanía en su trabajo. Al final, el tiempo pone a cada uno en su sitio.

   Yo, a las personas que me visitan, cuando me trasladan satisfacción por el modo en que se les ha atendido, les digo. “Procuro tratar como me gustaría que me tratasen así”. Tengo la suerte, además, de que el equipo de personas que me rodea tiene el mismo modo de proceder, si se la he transmitido yo, otros notarios o procede de los valores que quienes les educaron o la vida les fue transmitiendo, en este caso, es lo de menos.

   Al final, así como la cara es el espejo del alma, la forma debiera reflejar el fondo.

   ¿Qué os ha parecido el relato? ¿Cuál es vuestro propósito para este año?

Antonio Ripoll Soler

Notario de Alicante

www.notariaripoll.com

5 Comentarios »

  1. D. Antonio,

    Muy interesante esta reflexión sobre la calidad estética en las escrituras públicas, y para esto tengo una particular opinión que con frecuencia coincide con la de otr@s compañer@s (también empleados de Notaría) que tenemos el encargo de esa tarea, y no es otra que la siguiente: hoy en día los tiempos son cada vez más breves para la realización de los procesos y hay un mayor volumen de tareas añadiendo además las prisas y urgencias y exigencias de los clientes. La combinación de todo lo anterior hace que –al menos así lo interpretamos algunos, especialmente yo– vivamos en una continua carrera de relevos en la que estos son los trabajos que se encargan, y en la que cada vez las distancias hasta el siguiente relevo son más largas (+ carga trabajo) y los tiempos para superar esos tramos más cortos, y así sucesivamente relevo tras relevo sin parar. La mayoría de las veces no es dejadez o falta de cariño voluntaria sino sacrificio: en los tiempos que corren se ha optado por la eficiencia en detrimento de la estética, es triste pero cierto, y no siempre es así pero sucede cada vez con mayor frecuencia que haya que reducir el tiempo que se dedicaba al cariño de las pequeñas cosas para cumplir con los encargos.

    Un saludo,
    Andrés Gutiérrez.

    • Querido Andrés, muchas gracias por tu aportación y valoración. El notario de la historia, no soy yo; mi opinión, al respecto es la del final «en el justo medio está la virtud»; va enlazado un post que escribí, hace ya años sobre este tema, desde otra perspectiva.
      En el post actual se ponen de manifiesto, a mi juicio, dos cosas. Por un lado, que la estética de la escritura también es importante y debería cumplir unos mínimos, al menos. Por otro lado, para el Notario de la historia, la forma aparecía subordinada, sin él saberlo, a una determinada manera de tratar a los clientes y un respeto a la profesión.
      Cierto lo de los tiempos, no te falta razón; también es cierto que, en ocasiones, hay quien se limita a pasar por el OCR un documento sin prestar la más mínima atención a lo que el ordenador convierte…
      Por eso, en el justo medio está la virtud.
      Abrazos,
      Antonio

  2. Don Antonio: Estoy de acuerdo con el principio aristotélico que cita: en el punto medio está la virtud. Pero también he de significar la opinión de Andrés Gutiérrez. Siempre he tenido en cuenta la actitud estética, morfológica y sintáctica de las escrituras. Me encanta escribir e intento mejorar día a día y así lo he venido haciendo desde mi juventud, cuando entré en la primera notaría. Esa actitud se la debo afortunadamente a mi primer maestro, el Notario Don Julio Ferrer Roda, quien desgraciadamente falleció. Era una persona rigurosamente observadora y pendiente del texto de la escritura, de la forma y del estilo. Dominaba el lenguaje. Hizo que me enseñara de memoria el artículo 148 del Reglamento Notarial: estilo puro, claro, preciso, sin frases ni término alguno oscuros ni ambiguos y observando la verdad en el concepto, la propiedad en el lenguaje y la severidad en la forma. Pues bien. Se me quedó grabado y siempre lo he tenido muy presente, hasta incluso en otras cuestiones distintas de la profesión. Recuerdo que en mis comienzos hacía copias a máquina (Hispano Olivetti), y en cierta ocasión vi que en el texto de la matriz Don Julio había puesto «consuno», y pensé que esa palabra no estaba bien escrita, que no podía ser así, tenía que ser «consumo». ¡Claro, ha confundido la n por la m! –pensé–. Y sin encomendarme a Dios ni al diablo, en la copia escribí consumo. Pues mal. Cuando Don Julio cotejó la copia con la matriz, –porque a decir verdad cotejaba todas las copias– me llamó al despacho. Me sorprendí cuando cogió el Código civil y lo abrió pidiéndome que leyera en voz alta el artículo 895. Me quedé parado, petrificado. mudo. No sabía cómo pedirle disculpas. «¡Tierra trágame..!.» En fin, le debo a él mi pasión por la escritura. En honor a la verdad, he de decir también que todos los demás notarios con los que he estado han tenido esa inclinación por la severidad en la forma.
    Pero de un tiempo a esta parte los avances tecnológicos y las dichosas prisas nos desvelan una actitud distinta. Los modelos que corren por el ordenador son textos que a veces no respetan la sintaxis, ni los acentos ortográficos, y qué decir de la forma, que, en ocasiones, ni el número de líneas según la cara, etc… Y claro, el avance tecnológico va en detrimento de la calidad en la forma, es decir, del estilo puro, claro, preciso y la severidad en la forma.
    Tomás Albero Samper.

    • Muchas gracias, Tomás, por su comentario y compartir su experiencia.
      Es cierto lo que señala. Me trae a la cabeza la necesaria conveniencia de revisar y adaptar los modelos, tarea que muchas veces se nos olvida o dejamos apartada para momentos en que no haya tanta prisa.
      Saludos

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