2020: Un ciudadano asesorado
Hoy un amigo se presenta a las pruebas de acceso a la carrera judicial, deseo su éxito en el lance. Recuerdo cuando aprobé la oposición, en mi caso, además de alcanzar la meta propuesta, supuso el convertirme en un ciudadano relevante para Hacienda. Hasta ese momento, mis ingresos habían sido nulos, a pesar de haber sobrepasado, con creces, la mayoría de edad.
El primer año de ejercicio, todo son cosas nuevas, no solo desde un punto de vista profesional, en sentido estricto. Junto con el desarrollo de la profesión y la prestación del servicio notarial se imponen una serie de obligaciones administrativas y tributarias, es algo para lo que no se nos prepara a nadie. Llega el momento, hay que hacerlo, y se hace.
Con la vorágine de novedades, los trimestres fiscales y la declaración de la renta me los preparé yo. No tenía hijos, no tenía ahorros, no tenía inversiones… era una declaración sencilla. No obstante lo cual, he de reconocer, me costó un esfuerzo. Es frecuente pensar que el que es Notario se sabe todas las leyes, nada más lejos de la realidad; es tan absurdo como pensar que el cardiólogo nos curará de un cancer de pulmón. La situación se repitió durante todo el tiempo que estuve en mi primer destino, Teba, que abarcó un periodo de dos años y tres ejercicios fiscales.
Al trasladarme a Moixent, más próximo a Alicante, ciudad a la que estoy vinculado personalmente desde entonces y en la que actualmente ejerzo mi profesión de notario, contraté a una asesora para que me confeccionase los modelos fiscales y preparase las correspondientes declaraciones de la renta. Mi primera sorpresa, el primer año fue que aunque los ingresos habían sido mayores, la tributación fue más ventajosa y es que… que las cosas las haga un profesional, aunque conlleve costes suele implicar ventajas.
Ayer, a través de Twitter, leía unos post sobre la conveniencia de contratar un comunity manager, por parte de las empresas y de los abogados; igualmente, leí un post sobre la necesidad de que las start ups contratasen abogados con unos perfiles adecuados a la acción del emprendedor. Yo mismo, desde este blog, he planteado la necesidad de reformular la profesión notarial en determinados aspectos, a fin de dar un mejor servicio, más acorde a las demandas de la sociedad.
Todo ello es cierto; sin embargo, la relación entre el ciudadano y los servicios es bilateral. Los profesionales pueden adaptarse a los nuevos tiempos, ofrecer nuevos servicios, e incrementar los niveles de calidad, a fin de cuentas, el mercado los depura. Pero, pienso, es necesario también reeducar al ciudadano del siglo XXI.
Se tiene mucha información, las redes sociales, internet, los medios de comunicación… sin embargo, esa información debe ser interpretada, filtrada, y sistematizada. De lo contrario corremos el riesgo de que se vuelva contra nosotros.
Es cierto que en una época como la actual en la que los bolsillos de los ciudadanos están tan vacíos que casi tienen eco es complicado invertir en asesoramiento. No obstante lo anterior, pienso:
- Debería invertirse en educación y adaptarse la formación a lo que realmente la sociedad demanda.
- La política legislativa debería ir encaminada a incrementar la información previa a la asunción de obligaciones. Siendo importante, por ejemplo, la firma de un contrato de financiación, más importante es si cabe la formación de la voluntad dirigida a esa contratación; la adopción de la decisión. A la vista de lo anterior, por ejemplo, debería reformularse la actuación notarial; la sociedad actual demanda un mayor asesoramiento en la fase precontractual.
- El ciudadano, en general, debería dejarse asesorar. En la sociedad de la información los activos intangibles ganan terreno a los tangibles, con lo que, es necesario también invertir en esos servicios.
En este contexto, sorprende, al menos desde mi perspectiva, como se acude a la Notaría con escaso margen de actuación; en ese momento, la disyuntiva suele ser firmar o no firmar un determinado contrato; sin embargo, los tratos preliminares que nos llevaron a dicho momento y para los cuales no se nos asesoró generarán consecuencias, por lo que muchas veces el consumidor se ve abocado a la firma de un trato que no es el óptimo, pero que las circunstancias le hacen imposible evitar.
En fin, el ciudadano del siglo XXI debe ser un ciudadano asesorado. La vida cada vez es más compleja, el trueque forma parte de los anales de la historia, incluso la compraventa se ve superada por contratos complejos. Nuevos tiempos, nuevos modos, al menos así lo veo yo.
Estoy totalmente de acuerdo contigo. El ciudadano actual debe ser un ciudadano informado pero no sólo por la fácil vía de navegar un rato y leer lo que Google quiere que leamos, sino informado correctamente. Y para eso hay que dejarse asesorar. Al notario llegan los clientes sólo para firmar y cuando ya el «trato» se ha perfeccionado; al abogado llegan con el problema irresuelto o con el emplazamiento del juzgado. Si hubiesen acudido a nosotros preventivamente, probablemente el problema no existiría o sus efectos serían menores. Por eso, insisto, coincido contigo: debe haber más información y el ciudadano debe dejarse informar más y mejor por quienes saben.
Un cordial saludo
Lo cierto es que la complejidad y la especialización de las sociedades modernas hace imprescindible el asesoramiento. Nadie puede saber de todo, a pesar de que cada vez más «todólogos» proliferan por doquier, especialmente en tertulias televisivas y radiofónicas y en comentarios de blogs y redes sociales. Además, la necesidad de que el asesoramiento sea valioso, preciso y actualizado obliga a los profesionales a una continua puesta a punto de conocimientos y experiencias, algo que no pone nada fácil el maremágnum de normas que nos rodea.