El rescate de la Europa soñada

   «El proceso de integración europeo está marcado por una progresiva revisión de sus normas constitutivas. Por eso, cuando en 1950, Jean Monet y Robert Schuman lanzan el reto de una Europa unida lo hacen inspirándose en los principios de progresividad y solidaridad […]». Así empezaba mi tema de Derecho Comunitario en las Oposiciones al Título de Notario.

   Nadie discutirá, por ejemplo, que nuestros hijos -el mío mayor tiene ahora diez años- han nacido en un escenario totalmente distinto al «nuestro», entendiendo por «nosotros» las personas que tenemos ahora entre 35 y 50 años. Mis hijos no han conocido un mundo sin internet, no han conocido fronteras en Europa, tampoco han conocido la peseta. Recuerdo cuando antaño se hablaba de cifras tales como «veinte mil duros» o «un kilo».

   Yo, podría decir que mi generación es la generación de Europa. Cuando el 12 de junio de 1985 se firma el Acta de adhesión de España a los Tratados constitutivos de la Unión, yo tenía doce años. A partir de entonces, igual que ha sucedido, por ejemplo, con la tecnología, un sin fin de hitos político-económicos se han ido sucediendo. Los fondos de cohesión, las elecciones al Parlamento Europeo, la libre circulación de personas, mercancías, capitales, incluso de documentos, el euro, ¿los rescates?…

   Ciertamente, me considero europeo, europeista y no entiendo España sin Europa. En el seno de la Unión Europea, hay un germen común, unos mimbres comunes a todos sus integrantes, culturales, políticos, religiosos…

   Esta mañana, en las machaconas y machacantes noticias de los últimos tiempos se anunciaba el temor a que la situación de España se contagie a Italia así como que Chipre también reclamaba ayuda para sus Bancos.

   Desde hace ya, años, tengo la sensación de que algo falla en el sistema. La crisis económica  tal vez sea el mayor de los síntomas de un fallo estructural en la concepción de la Europa soñada.

   Al niño de 1985, la integración europea era algo comparable a la situación socio-política de los Estados Unidos de América. El opositor de finales de los 90 era capaz de entender el sentido común de la progresividad y ralentización del proceso de integración. Al Notario de principios del milenio, el Euro, le pareció no sólo un valor económico sino el primer gran símbolo de la Unión, suponía una sólida alternativa no sólo económica sino también cultural al dolar.

   Esta mañana, echando la vista atrás con lo que relato, no he podido dejar de preguntarme: 1) ¿Qué Unión es está en la que las grandes estructuras político económicas -dígase, Italia y España- parecen ser el problema?; 2) ¿Es serio después de sesenta años -el primer tratado es del año 1951- que haya un Estado que juegue a ser novia de fin de semana, según sus apetencias? -el que no quiera entender, que lea Reino Unido-; 3) Si queremos una unión, hace falta un idioma común, cualquiera de los conocidos, lo que sea más práctico, sin duda el inglés, ¿dónde están las políticas lingüísticas correspondientes? Al menos, el sistema educativo español ni garantizaba ni garantiza un nivel bilingüe de inglés; 4) ¿Qué decir de la cultura Europea? Yo estudié las provincias de España, ¿saben mis hijos cuáles son los Estados miembros de la Unión?, ¿Qué Europa y Unión Europea no son conceptos equivalentes?; 5) Al hilo de lo anterior, no se puede pretender ser global y europeo arrumbando los conocimientos globales en favor de conocer, por ejemplo, las comarcas de la Comunidad Valenciana, o pensando que el Jucar no es río, sino el segmento que discurre por la Comunidad Valenciana, cuando no se puede abarcar todo hay que sacrificar algo sin perjuicio de respetar lo sacrificado; y, por último, 6) Nos quejamos en España de la inutilidad del Senado, que no acaba de jugar el papel de cámara federal representativa de las Autonomías, sin embargo, a nivel europeo, ¿entiende el ciudadano el valor de las elecciones al Parlamento Europeo?, ¿realmente sirven para algo?

   Después de todo lo anterior, hago balance, en Estados Unidos han pasado 225 años desde que se gestó esa gran supranación, se desterraron sentimientos locales en favor de un bien común, el proceso fue costoso, pero ahí está. Aquí han pasado sesenta años desde la hora cero, tiempo equivalente a la vida de muchas personas, ¿por qué tengo la sensación de que está todo por hacer?

   Entonces… ¿cuáles son los valores de la Europa soñada?… ¿Cuál es la Europa que queremos?

(*) El día 25 de junio de 2016, publico una entrada en este blog sobre el triste desenlace del Brexit.


Antonio Ripoll Soler

Notario de Alicante

www.notariaripoll.com

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