Juzgado por mi heredero
Teresa, madre de Julia y Paula, había tenido la mala suerte de enviudar cuando su marido acababa de jubilarse -Luis, una persona humilde y trabajadora que había sacado a su familia adelante-. Luis había fallecido prematuramente, en los tiempos que corren, a la edad de 67 años. Una terrible enfermedad había cambiado su destino y la vida de sus seres queridos en escasos meses.
Teresa, como debe hacerse, acudió a la que creía “su notaría” -las personas hablan de “su notaría” aunque sólo hayan ido una vez al Notario en su vida, lo cual atestigua el vínculo de confianza que se genera, si el Notario se ha hecho merecedor de ello, entre éste y la persona que reclama su consejo-. Se encontró con que el Notario era otro, pues “su notario” se había jubilado. Se puso en manos de María Elena, una de las técnicas de esa notaría. Se debían arreglar los “papeles de la herencia”, había que hacer la correspondiente liquidación de los impuesto. A Teresa le gustaba tener sus asuntos en orden. Al poco de fallecer Luis, se acordó del consejo que le dio el Notario al hacer el testamento:
“Cuando uno de los dos fallezca, sin dejar pasar el tiempo, una vez respuestao del duelo inicial, el que sobreviva que acuda a la Notaría. El Notario le explicará lo que debe hacer. No se preocupe de nada, hasta entonces, salvo que cambie su voluntad, en tal caso, viene, lo comentamos y, si procede, hacemos un nuevo testamento. El testamento es para vivir tranquilo y olvidarse una vez hecho”.
En la herencia de Luis existía una plaza de garaje y unos ahorrillos. La familia vivía en una vivienda que, Teresa, con su esfuerzo y trabajo, había comprado de soltera; por lo que, siendo privativa de la esposa, no entraba en el reparto hereditario. El testamento de Luis, era el normal, ese que en la calle se explica como “de uno para otro y luego para los hijos”.
Maria Elena informó a Teresa de los particulares de la operación, le ofreció un borrador, invitó a las hijas a ir a la Notaría a fin de darles las explicaciones previas, pertinentes, que precisasen. Julia y Paula, ocupadas por sus trabajos, no dieron transcendencia al acto y acudieron a la Notaría “el día de la firma”.
Antes de entrar en la sala a explicar la escritura, Maria Elena dijo al Notario:
“Las hijas se han quedado muy sorprendidas de que en la herencia existan dos préstamos y parecen, incluso, contrariadas. Dicen que no se lo esperaban”.
El Notario comenzó a explicar la escritura, Teresa, tal vez por los nervios, tenía un cierto estado jovial de excitación. Llegó un momento en el que le dijo al Notario:
“Es muy duro perder tan pronto a la persona a la que se ha querido toda la vida”
El Notario trató de reconfortarla refiriéndose a las dos hijas que la acompañaban, Julia y Paula, las cuales ya habían alcanzado la treintena y se encontraban en lo mejor de la vida.
Como en toda escritura de aceptación y partición de herencia, se leyó el inventario de bienes y, también, de deudas, porque las deudas, como se ha explicado en este blog, se hereredan.
Julia, especialmente, mientras su hermana asentía a todo, ponía caras de perplejidad e, incluso, de cierto reproche. La explicación terminó con el régimen de las deudas hereditarias y la responsabilidad que asume el heredero, al margen de los acuerdos que exista entre los distintos interesados en la misma. Julia mantenía su actitud gestual crtítica.
Llegado a este punto, el Notario, decidió cambiar el enfoque de la explicación, pues a la Notaría se va a hacer tratos con buena voluntad, cerrar, en su caso, heridas y no a generar más problemas una vez firmada la escritura. Estaba claro que Julia necesitaba una reflexión de otro tipo a fin, tal vez, de que más allá de lo estrictamente jurídico y económico encontrara un cierto consuelo a su preocupación. Porque en la Notaría trabajan personas con personas.
Así las cosas, el Notario dijo:
“Julia, veo que estás contrariada porque tus padres habían firmado unos préstamos de 10.000 y 2000 euros. Queda pendiente de pago la mitad del primero. El segundo está liquidado. Pedir un préstamo para cambiar la cocina, después de tantos años de trabajo, como indica tu madre, no es una acto de mala administración económica. Tu padre no tiene la culpa de que la muerte le haya sorprendido prematuramente, esperaba pagarlo antes de fallecer. Los padres no tienen obligación de dejarnos nada tras fallecer. Como se te ha explicado, tienes la posibilidad de renunciar a la herencia, quedarías al margen de esas deudas, de las que tu madre se ha hecho cargo; pero tampoco heredarías nada. En tal caso, como no tienes hijos, tu parte la heredaría tu hermana; si ella tampoco quisiese heredar, vuestra madre sería la única heredera”.
La escena pudo pasar en cualquier notaría, ante cualquier notario de los muchos que hay en España, que procuran hacer su trabajo y, más allá del mismo, poner paz y concordia entre quienes les visitan.
¿Qué debía haber hecho Luis y Teresa? Indudablemente, vivir su vida. Los herederos siempre podrán juzgar los actos de sus causantes, en este caso, sus padres. No será la actitud que debiera ser. Sin embargo, son cosas que escapan al control de los padres. Siempre, al fallecer, habría algo que se podría o debería haber hecho de otro modo, especialmente si se hubieran conocido las actitudes y reacciones de quienes recogen nuestro testigo. En la vida todos tenemos cosas que nos gustaría que fueran de otra manera, que no se conocen o que, simplemente, por haberlo decidido así, pertenecen a nuestra privacidad.
Entre el heredero que, tras fallecer, reprocha determinado comportamiento del ser querido, por hechos que descubre tras su muerte, y aquel otro que acata su voluntad agradecido sin pedir cuentas a la vida que se fue, prefiero a este última. Lo que no quieras que se sepa, no lo hagas, pues…
“…nadie es tan joven que pueda asegurar que mañana vivirá, ni tan viejo que tenga certeza de que morirá mañana”.
Reblogueó esto en IUSLEXBLOG. .
Que bien escrito si me permites lo subo al aula virtual de los alumnos.
Un abrazo
María Elena Cobas
Muchas gracias, como siempre, querida Elena, por tu valoración y comentario.
Buenos dias,
no termino de tener claro el enfoque del asunto descrito; la conclusion de un párrafo tan largo no puede ser tan solo que los herederos deben ser respetuosos con los términos de la herencia. Somos seres humanos pero sobre todo «emocionales» y los asuntos de herencia tienen un componente emocional extremo….
Estimado amigo, gracias por leer el post y comentarlo.
Entiendo lo que comentas, deliberadamente, el post no tiene una conclusión. Relata una historia para invitar a la reflexión. Todos, de una manera o de otra seremos causantes y podemos ser herederos. Cada cual, debe tomar sus decisiones en su vida, el consejo, en este caso, no es jurídico. Por ello cada cual debe decidir como lleva su vida y como reacciona ante lo que descubre de su causante.
En este caso eran deudas. En determinadas familias se reprueban las deudas, no en casos como éste, sino en aquellos supuestos de vida manifiestamente desordenada. En otras preocupan otras cosas; es algo que va más allá de lo estrictamente patrimonial, especialmente en la época en que vivimos en la que las nuevas tecnologías, redes sociales… muestran nuevas facetas y matices humanos impensables no hace tantos años.
En el post se describe el iter jurídico de la aceptación hereditaria. Se apunta la posibilidad de repudiar la herencia. Se apuntan las consecuencias de la aceptación y se enlaza con otros post que aportan al proceso.
En el mundo del «deber ser» kelseniano, mi opinión es la de que no debe juzgarse al fallecido, pues no tiene, si quiera, la posibilidad de defenderse de una crítica negativa. Sin embargo, como acertadamente sugieres, las personas son emociones y, a veces, por mucha cabeza que se tenga, los giros del corazón son inevitables. En el concreto caso de las deudas de este post creo que no había lugar a reproche.
¿Cual sería tu conclusión?
Gracias por participar,
Antonio
Hola Antonio,
estoy de acuerdo en su análisis y ojalá las familias nos animemos a tratar estos asuntos con mayor comunicacion entre padres e hijos.
gracias por sus comentarios y un saludo!
¡Excelente reflexión!
Lamentablemente hoy en día algunos hijos consideran qué los bienes de sus padres son suyos,no hay que contar nunca con el dinero de nadie puesto qué la gente mayor se ha esforzado mucho en su vida para sacar adelante a la familia ,por eso tienen que llegar al final viviendo dignamente al fin y al cabo lo qué hacen es disfrutar con lo suyo